Cada 26 de abril se celebra el “Día Mundial de la Propiedad Intelectual”, fecha elegida por los Estados miembros de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) en conmemoración al día de entrada en vigencia del Convenio de la OMPI en 1970. Desde su primera versión en el año 2001, su objetivo ha sido generar un momento de reflexión para valorar y promover la Propiedad Intelectual a nivel mundial. Así, en el discurso oficial se suele destacar su rol primordial en la cultura, la innovación y la competitividad, aunque la fecha también ha sido una ocasión propicia para llamados de atención sobre compromisos internacionales supuestamente pendientes.
Este escenario no significa, con todo, que la Propiedad Intelectual sea un interés exclusivo de ciertas industrias u organizaciones o que su protagonismo esté entregado únicamente a los Estados al momento de negociar acuerdos comerciales. Al contrario, la Propiedad Intelectual nos rodea a todos en el diario vivir. Porque mientras la tecnología, con todos sus campos de
acción, eleva nuestra calidad de vida, las
obras literarias y artísticas nutren nuestro espíritu.
¿Y qué entendemos, entonces, cuando hablamos de Propiedad Intelectual? Ya desde el año 1893, con ocasión de la constitución de las Oficinas Internacionales Reunidas para la Protección de la Propiedad Intelectual (BIRPI en su sigla en francés) —entidad antecesora de la OMPI—, el término Propiedad Intelectual engloba conjuntamente tanto el “derecho de autor” como la “propiedad industrial”. Y esta última es la denominación que reúne los derechos sobre innovaciones en el campo tecnológico y sobre signos distintivos en el comercio, que según sus características propias reciben el nombre de invenciones, diseños, variedades vegetales, marcas, indicaciones geográficas y denominaciones de origen.
A nivel comparado y en la terminología de los tratados internacionales y acuerdos de libre comercio, el concepto “Propiedad Intelectual” es utilizado en su sentido amplio antes descrito, mientras que en nuestro país históricamente ha sido concebido como sinónimo de “derecho de autor”. Tal equívoco muy probablemente tiene su origen en la denominación misma de la ley 17.336 que regula el derecho de autor y los derechos conexos a éste, la que lleva por título “Ley de Propiedad Intelectual”.
En los últimos años la celebración del Día Mundial de la Propiedad Intelectual ha sido impulsada por el Ministerio de Economía y el Instituto Nacional de Propiedad Industrial (INAPI), con la participación del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Y ello es un avance en la consolidación de una Propiedad Intelectual que, como concepto, deja de ser una reserva de artistas y de la industria relacionada, para recuperar su esencia como un sistema mayor que protege y fomenta la creatividad humana como motor de desarrollo de las personas y de las naciones.
* Marcos Morales es profesor de diplomados en Propiedad Industrial e Intelectual en la Universidad Católica y Universidad Finis Terrae. También es director de Marcas y Patentes de Alessandri Abogados.